Microrelatos: La cueva escondida

Una cueva extraña, con una historia desconocida, difícil de encontrar.

Conocí la cueva escondida de joven y después de casi 20 años, junto a  Oscar, de Nido de Cóndores, volví a ella. Él la tenía registrada en uno de sus viejos mapas, la localizó con el Google eart y armó una caminata de domingo para ir en su búsqueda.

Éramos muchos, a sus veteranos seguidores se nos sumaron algunos curiosos.

Subimos por cascada y fuimos hasta el último filo, desde donde se veía la ruta 74. Cuando llegamos al collado bajamos con rumbo sur. ¡No fue nada fácil! Oscar iba abriendo el sendero por una pendiente pronunciada y nosotros lo seguíamos como una fila de hormigas entre el pastizal. Muchas veces tuvimos que apoyar la cola y hacer tobogán para no terminar en el fondo de rocas sombrías. Desde la perspectiva casi vertical que teníamos, nos parecía una profundidad mucho mayor que la real. 

Por suerte el trayecto no fue largo, escuché los gritos cuando los primeros la encontraron.

La cueva era rara. Se entraba por una boca de un metro de alto y menos de ancho. Adentro, se expandía hacia arriba permitiéndonos estar de pie. En su centro salía de la tierra una piedra gorda, de bordes parejos, más alta que nuestra cintura, con la terminación abovedada.

Entramos en grupos de seis, solo había lugar para colocarse alrededor de la roca central. Así lo hicimos, la rodeamos y pusimos nuestras manos sobre ella.

En la oscuridad, mitigada por la poca luz de la entrada, nuestras siluetas quietas fueron un viaje en el tiempo. Las palmas se conectaron a algo más que una piedra y nos sentimos parte de una historia de la humanidad que aún desconocíamos.

El silencio, se quebró en mil reflejos de flashes registrando el momento.  Y el espacio se acható junto a nuestros rostros, contra una pared verdosa y fría.

Para regresar, Oscar y sus ayudantes intentaron buscar un camino hacia abajo, porque estábamos muy cerca del pinar. Pero el terreno era difícil, empinado y peligroso, así que, con paciencia y protestas, hicimos de nuevo el regreso por donde habíamos venido.