¿Qué hacer en Tandil hoy, con un día bien soleado?

Si querés vivir las sierras a pleno —ya sea solo, en pareja o con tu familia— te propongo un recorrido poco conocido. Seguro ya encontraste cómo llegar al Cristo de las Sierras (o “Cristo blanco”, como le decimos los tandilenses). La subida puede parecer empinada, pero cuando la vestimos de aventura, todo cambia. A eso quiero invitarte.

Vas a comenzar el camino como cualquier visitante, pero cuando el sendero dobla hacia arriba y se aleja del alambrado, ahí es donde vos tomás otro rumbo. Seguí un caminito de pastos pisados que corre paralelo al alambrado, unos 70 a 100 metros. Vas a rodear un árbol grande y, al poco tiempo, vas a entrar en un bosque de aromos. Lo vas a reconocer enseguida: el suelo no tiene pasto, sino un colchón de chauchas doradas.

Si tenés suerte, incluso podés ver el agua de un manantial brotando y cayendo hacia el valle. En ese punto doblás a la izquierda y empezás a subir por donde más te tiente. Estás entrando en una zona mágica: piedras extrañas, formaciones que parecen de otro planeta, pero de un planeta que ya vivió su apocalipsis. Hay rincones donde no se ve el cielo, balcones naturales y hasta jardines escondidos. Es un lugar para quedarse un rato, jugar, tomar unos mates o simplemente respirar.

Cuando llegues arriba, vas a salir a la parte trasera del camino tradicional al Cristo. Ahora sí, es momento de sacarte las fotos de rigor, y no te olvides de mirar hacia enfrente: desde ahí vas a tener una vista privilegiada del cordón Cascada-Ánimas.

Consejo para el descenso: si vas con chicos inquietos, frenalos un poco. Es fácil entusiasmarse y terminar con un raspón en la frente bajando a las corridas.

🛌 Y para la noche…

Volvé a visitar mi página sección libros, vas a encontrar los más originales recuerdos Tandilenses. ¡Son una alternativa distinta a los salamines y quesos! Además, son genuinos, ¡en Buenos Aires no se consiguen!

 Si los deseas llevar de recuerdo, escribime por Instagram y te lo hago llegar a donde estés