Un domingo salí con mi papá y su amigo. Los lleve a Cerro Leones, deseaba sorprenderlos con los lagos azul – turquesa y sus paredes resquebrajadas. Sin embargo, como ellos eran hombres mayores que trabajaron en fábricas toda su vida, dejaron atrás el paisaje y mis explicaciones y se interesaron por la cantidad de máquinas abandonadas y oxidadas que había en el lugar. Antes que la nostalgia me arruinara el paseo, decidí sacarlos de la cantera por un camino posterior.
Escuchamos el repique agudo y parejo del corazón de la piedra que salía de un bosquecito y hacia allá nos fuimos pensando en su sombra, para unos mates.
Ahí encontramos a un hombre frente a un pedazo de granito. La masa en su mano golpeaba rítmicamente los pinchotes, clavados en la roca, de manera regular. Cuando nos vio, con un gesto nos invitó a sentarnos. Los tres cruzamos un umbral hacia el pasado.
Lo miramos en silencio. Yo quería saber… no podía creer que aún hubiera alguien que estuviera construyendo adoquines de esa manera, pero temía ofenderlo. En cambio, mis acompañantes atraídos por el trabajo, preguntaron.
Así supimos que cortaba trozos regulares para venderle a una fábrica de sanitarios. Ellos recubrían las paredes de los tornos que preparaban la cerámica. Al roce constante, el granito se soltaba en un pequeño polvillo que le confería dureza a la pasta.
El picapedrero hizo silencio. Con una actitud reverencial señaló el bloque, no hubo mosca ni mosquito que sacaran nuestras miradas de allí. Él hizo una última pasada de golpes con la masa y la piedra se abrió como una madre, apoyando los cantos en la tierra. El interior era tan liso y suave que daba ganas de acariciarlo.
El hombre, satisfecho con su trabajo sacó la comida y silbó. De atrás de las chilcas apareció un lagarto que fue hasta su lado. Él, le dio con su mano el racimo de uvas que todos los días le traía de la parra de su casa.
Yo, tuve la sensación de haber estado en una ceremonia que había llegado a su fin.
Entonces armé el mate y lo compartimos también con él.
Por las dudas al lagarto no le convidé.