Microrelatos: El ojo de agua

Un sueño que me llevó a un manantial.

Por la mañana me desperté y una frase del sueño, rompió el velo y apareció en mi conciencia:  “TODO COMIENZA EN EL OJO DE AGUA”. Fue una voz clara y firme pero no pude saber quién la había pronunciado.

Ojo de agua…. Pensé en manantiales, a muchas vertientes se las bautiza con ese nombre. Investigando me enteré también, que más allá de cerro leones, había un campo que se llamaba así.

¿Qué comenzaba? ¿Para quién? ¿Cómo? En ese momento no me preocuparon esas preguntas, solo quería descubrir en qué lugar de la sierra estaba “el ojo de agua”.  Cuando se lo comenté a mi amiga ella me dijo que lo conocía y que había ido con Oscar.

Pero, llegar hasta el ojo de agua, me llevó más de seis meses. Me puse en contacto con Oscar y entre mates serranos me contó su historia.

De joven, se le ocurrió hacer una travesía con sus sobrinos, desde la zona de la Vasconia hasta la Cascada. En esa época nadie caminaba por las sierras y menos tan lejos de la ciudad. En esa salida descubrieron el curso de un arroyo, hubiera querido seguirlo para encontrar su nacimiento, pero no pudieron porque los esperaban con horario, para llevarlos al pueblo.

Entusiasmados volvieron el otro fin de semana. Recorrieron su cauce por bajíos y pastizales, hasta que llegaron a una gran piedra de donde manaba un hilo de agua a un metro de altura. Con su voz emocionada me dijo:

-Había una especie de grieta en la piedra que se iba afinando hacia adentro, apoyé mi cabeza y le hice pantalla a mis ojos para ver el interior. En lo profundo de la roca vi un borbotón que brillaba reflejando los pocos rayos de luz que entraban hasta ahí. Y el nombre nació solo de mi boca: “Era una piedra cíclope que lucía su brillante “ojo de agua”.

Sentí que ese era el lugar que me señaló el sueño. Había que contar con varias horas y buen tiempo para hacer la salida. Coordinamos muchas veces, pero por motivos particulares de cada uno tuvimos que suspenderla. Hasta que se nos dio.

Hacía tiempo que él no iba, tenía que orientarse nuevamente a causa del cambio que hizo la vegetación. Revisaba las formaciones rocosas guiado por su recuerdo, hasta que la encontró. Apoyada en lo alto, una piedra equilibrista que él mismo había puesto como marca hacía muchos años, aún estaba indicando el lugar.

Bajamos hasta el sitio, miramos su ojo de agua, bebimos de ella y disfrutamos del cielo y de los pájaros.

Recién allí dejé escapar mi otra pregunta… ¿Qué sería aquello que iba a comenzar?